El duelo Cómo abordar el concepto de muerte con un niño

Hablar sobre la muerte y poner en palabras aquello que uno siente es una tarea difícil para cualquier adulto. No resulta fácil comunicar el concepto de muerte y menos aun cuando se trata de contener a un niño, especialmente cuando uno también se encuentra atravesado por el dolor de la pérdida.

No existe una única forma de comunicar esta situación; cada persona requiere de su tiempo y de su espacio para poder asimilar y comprender el significado de la muerte. La forma en que esto sea comunicado y asimilado dependerá de la edad del niño, de sus capacidades cognitivas y emocionales, de su madurez, del momento evolutivo en el que se encuentre y de la relación que guardaba con la persona fallecida. También influirá el estilo de cada uno, así como de nuestras creencias personales y religiosas. Sin embargo, existen algunos aspectos claves que pueden ayudar a que abordemos mejor esta situación y podamos acompañar al niño en su dolor.

CÓMO COMUNICAR

El duelo en los niños tiene características diferentes al de los adultos y los más pequeños suelen vivirlo con gran intensidad, ya que poseen menos recursos emocionales para afrontarlo. Por eso será tan importante la forma en que les comuniquemos la muerte de un ser querido.

Es fundamental que le comuniquemos la noticia con mucho amor, delicadeza, sin atragantamientos. Será preferente que no esperemos y lo hagamos lo antes posible. Lo ideal es que sean sus padres quienes le den la noticia y, de no ser posible, alguien cercano y de mucha confianza del pequeño.

Para que podamos conversar con tranquilidad acerca de lo ocurrido vamos a necesitar prestar atención al lugar donde llevaremos a cabo la conversación. Buscaremos un lugar tranquilo, sin distracciones, donde el niño pueda recibir la contención que necesita.

Así también elegiremos con cuidado las palabras que vamos a utilizar. Hablaremos con honestidad y de una forma simple que el niño pueda entender, priorizando las explicaciones cortas, claras y apropiadas para su edad y nivel de comprensión.

Algo fundamental para tener en cuenta es que los niños tienden a interpretar lo que los adultos le dicen de forma literal. Por eso, no es bueno usar metáforas o eufemismos, como “se durmió”, “se fue”. Dado que el pensamiento de los niños es concreto, será necesario utilizar un lenguaje claro, sencillo, lo más literal posible, y por sobre todo siempre hablar con la VERDAD. No es bueno mentir, ocultar, zanjar el tema, tapar, responder con evasivas o dar mensajes contradictorios. Hablaremos con delicadeza, pero siempre con la verdad. Con apoyo, los niños pueden aprender a lidiar con la verdad, no importa cuán difícil sea; pero la mentira o las falsedades resultan más difíciles de procesar a largo plazo.

Es fundamental que nos abramos al diálogo y escuchemos al niño, a sus dudas e inquietudes, curiosidades, ansiedades y temores, sin miedo a sus preguntas o angustias. Tratemos de brindarle el espacio para que pueda expresarse todo lo posible. Eso nos ayudará a estar atentos a su mundo emocional, lo que está sintiendo o lo que expresa. Si realiza preguntas significa que necesita saber más acerca del tema. Estemos preparados para brindarle toda la información que necesite. A través de la conversación, las dudas y temores de los chicos, podremos gradualmente darles más información según lo que necesiten y estén preparados para recibir. No es necesario decir todo de una sola vez y sobrecargarlos.

Podemos ir transmitiéndoles los detalles del fallecimiento del ser querido poco a poco. Esto le permitirá al niño digerirlo de forma gradual y a su ritmo, respetando su mundo emocional. La información que transmitamos dependerá de lo que pueda ir asumiendo en función de sus tiempos, su edad y desarrollo emocional.

Si nos enfrentamos a una pregunta difícil de contestar, puede ser útil preguntarle al niño qué piensa acerca de ello. Esto nos dará un indicio de cuánto sabe y entiende. Podemos ser honesto y reconocer que no tenemos todas las respuestas, y decirle al niño que, cuando sepamos más, se lo haremos saber.

No es necesario hacer esfuerzos para no llorar o evitar demostrar sentimientos de tristeza delante del niño. Muchas veces con el fin de evitarle el dolor o la angustia, cometemos estos errores sin darnos cuenta, haciendo del duelo un momento aún más difícil. Si ellos nos ven llorando, saben que es normal llorar, que está bien y que sirve para expresar el dolor que sentimos adentro. Así, se sentirán con más libertad de poder hacerlo ellos también.

QUÉ HAY QUE COMUNICAR

Hay ciertos aspectos en los que debemos enforcarnos y ser claros a la hora de comunicar el fallecimiento de un ser querido a un niño. Estos son conceptos que el niño deberá ir asimilando poco a poco para elaborar la situación vivida de la mejor manera posible. Como explicábamos antes, estos aspectos no serán asimilados de forma inmediata, sino que formarán parte del proceso de duelo que atravesará cada persona y que implica un camino largo y difícil.

La intención a la hora de comunicar no solo será que comprendan el concepto de muerte (sin insistir permanentemente en él), sino también atender al mundo emocional del niño (sus fantasías, temores y miedos que puedan aparecer). De ahí la necesidad de estar atentos, de acompañar y responder empáticamente. Es necesario que esclarezcamos las dudas de los pequeños en la medida en que éstos vayan preguntando, y hacerlo con un lenguaje acorde a la edad.

Así el niño deberá saber que:

• La muerte es universal. Nos toca a todos los seres vivos: a las personas, a los animales, a las plantas. (Puede que entiendan mejor con ejemplos de la naturaleza.) A la vez que los pequeños aprenden esto, puede pasar que empiecen a tener temor de morirse ellos también o de perder a otras personas cercanas que los quieren y los cuidan. Podemos tranquilizarlos explicándoles que la muerte sucede, generalmente, cuando uno es muy muy mayor. A veces puede suceder por una enfermedad, pero alguien tiene que estar muy muy enfermo para eso. Es importantísimo brindarles seguridad para que los chicos puedan sobrepasar ese temor.

• La muerte es irreversible. Los niños suelen creer que la muerte es algo temporal, que el ser querido ya regresará. El niño tendrá que saber que, una vez que la persona muere no puede volver a vivir. Eso significa que no podremos volver a ver a esa persona. Tampoco podremos volver el tiempo atrás o congelarlo: la pérdida es definitiva. Ya no volverá. Los chicos tardan en entender esto. Es probable que tengamos que volver a explicarlo muchas veces.

• Cuando alguien muere, su cuerpo deja de funcionar. Ya no se mueve, no puede respirar, ni siente nada. El cuerpo ya no funciona más y no puede volver a funcionar. Mas allá de explicaciones religiosas que podamos darle al niño, es importante explicar físicamente lo que le pasa al cuerpo también.

• Existe una causa física a la muerte. Es necesario darles una explicación de la causa física por la que falleció el ser querido. Muchas veces los niños pueden creer que la persona se ha muerto por su culpa (por pensamientos, deseos, celos o enojos). Tenemos que esclarecer que estas cosas no son las que provocan la muerte y que el pequeño no es de ninguna manera responsable de la muerte de su ser querido.

QUÉ DECIR

Encontrar las palabras indicadas para explicar a un niño el fallecimiento de un ser querido es muy difícil; a veces no se encuentran las palabras justas. ¿Qué podemos decirles?

• Tenemos que decirles que la persona ha muerto. Por más doloroso que esto sea, es necesario ser claros en este punto. Podemos decirles también que la persona ya no sufre y no siente dolor. Su cuerpo no siente porque no sigue funcionando. Ya no respira, sus pulmones no funcionan y su corazón ha dejado de latir. Podemos explicarles que, como ya no siente, el cuerpo se pondrá en un ataúd. Luego se llevará a cabo una ceremonia y/o un funeral, de acuerdo a la cultura de cada uno, que es un momento especial para despedirnos de esa persona.

• Si la familia es religiosa, la explicación variará de acuerdo con las creencias y religión. Si es cristiana, se les puede explicar que, con la muerte, el cuerpo se separa del alma, del espíritu. Que el cuerpo queda acá pero el espíritu se une con Dios y con las personas que han muerto antes. Le podemos explicar que, aunque nosotros no la veamos más, podemos comunicarnos con esa persona a través de la oración. Les podemos decir que, cuando un alma está con Dios, está en paz y en plena felicidad. Nosotros estamos tristes porque la extrañamos, pero esa persona está en paz.

• Podemos decirles cómo nos sentimos y lo que esa persona significa para nosotros. Les podemos decir que no están solos, que juntos se van a acompañar y salir adelante, aunque será difícil al principio. Podemos decirles que está bien mostrarnos tristes si es que lo están y que pueden hablar con nosotros acerca de lo que quieran, cuando tengan dudas o simplemente si necesitan un abrazo.

En el libro quisimos transmitir algunas otras ideas que también pueden servir a la hora de hablar con un chico que ha perdido a alguien querido:

• Podemos decirles que, cuando alguien muere, esa persona ya no está, pero su amor queda con nosotros, marcado a fuego en nuestros corazones. Ese amor no se va, sigue vivo adentro de nosotros. El amor es más fuerte que la muerte. No se puede quebrar. No se termina. No se rompe.

• El amor que recibimos de otras personas nos transforma y nos da fuerzas. Cuando esas personas ya no están, el amor que nos dejan nos sigue transformando y dando fuerza. No se apaga, aun cuando la persona ya no está físicamente con nosotros.

• Saber que ese amor también queda marcado en otras personas nos ayuda a saber que no estamos solos, que otros experimentan el dolor que nosotros sentimos, y nos podemos acompañar unos a otros.

• Podemos hacer presente a esa persona a través de los recuerdos. Volver a ellos es volver al amor que nos dio esa persona y que nuestro corazón absorbió. Es lindo acordarse de esa persona y pensar en ella. Está bien mencionarla y recordarla toda la vida.

COSAS QUE PUEDEN OCURRIR

El proceso emocional de asimilación de lo ocurrido no es lineal, sino que es dinámico. Es un proceso que requiere de mucho trabajo personal para cada niño: asimilar la pérdida, expresar sus emociones, adaptarse a su nuevo mundo y reencontrarse nuevamente. En este proceso, los más pequeños pueden expresar su dolor de diversas maneras y comportamientos. Hay quienes mostrarán todos estos comportamientos y hay quienes solo mostrarán algunos, o ninguno. Puede haber algunos que, incluso, pasen días o semanas antes de mostrar una reacción.

• Mostrar dolor por lo ocurrido y por momentos mostrarse alegres y tranquilos:

Los niños pequeños suelen moverse rápidamente de la tristeza y el dolor de lo ocurrido en sus actividades normales, a mostrarse contentos y alegres. Esto no significa que el niño no se vea afectado por el fallecimiento sino que, debido a que no puede sostener emociones poderosas e intensas por un período de tiempo prolongado, tiende a protegerse de esta forma.

• Comportamiento de búsqueda:

A los niños pequeños les cuesta asimilar que la muerte es irreversible y permanente. Por eso, suele ser común que busquen a la persona fallecida, que esperen a que la persona regrese. Al notar que no lo hace, es posible que el niño manifieste su dolor a través de su comportamiento.

• Dejar de preguntar o de hablar acerca del ser querido que ha fallecido:

Puede suceder que pensemos que el niño ha asimilado y comprendido la muerte del familiar porque ha dejado de preguntar o hablar acerca de este. Esto no quiere decir necesariamente que le ha dejado de interesar o que ya haya asimilado dicha situación, sino que, al contrario, puede que siga tranquilo, sonriente, jugando sin dificultades, porque espera que la persona fallecida regrese. A veces, al cabo de algunos días vuelve a preguntar cuándo volverá la persona fallecida, o incluso hasta la busca por la casa.

• Alteraciones en el estado de ánimo y de la conducta:

Aunque los niños reaccionan de diferentes maneras frente a la pérdida de un ser querido, es común que experimenten cambios en el estado de ánimo y que sufran altibajos a lo largo del proceso de duelo.

Los niños, cuando son muy pequeños, no tienen la capacidad de expresar con palabras aquello que les acontece, por lo que tienden a manifestar lo que les pasa con el cuerpo y con su comportamiento (sus miedos a quedarse solo, tristeza frente a la pérdida, descontento, etc.) Por eso, puede que se encuentren más irritables o enojados, que presenten arranques de ira o que lloren con más facilidad, que tengan pataletas, muestren enojo, o que no puedan hacer nada solos. Estas suelen ser algunas de las formas que los niños encuentran para expresar aquello que les pasa y, generalmente muestran dichas alteraciones de su conducta con sus figuras de sostén.

Es importante saber que este comportamiento es lo que el niño necesita hacer, en lugar de lo que quiere hacer. Habrá momentos en que estará completamente abrumado por sentimientos poderosos y es posible que necesite expresarlos de una manera muy física. Será necesario permitir que pueda expresarse, pero sin lastimarse a sí mismo o a los demás (los límites son necesarios igualmente, con el fin de brindarle seguridad).

• Retraerse hacia sí mismos:

Puede ser que los niños se vuelvan más introvertidos y tiendan a permanecer solos y callados. Puede que muestren pérdida de interés en sus juguetes y en las personas con las que antes disfrutaban. Es importante permitirle al niño "simplemente ser" en lugar de tratar de convencerlo de que participe de actividades en las que no quiere participar. Probablemente vuelva a hacerlo cuando esté listo para ello.

• Aumento de la ansiedad de separación:

Tomar conciencia de que falta alguien importante en sus vidas suele crear mucho miedo en los niños. Es posible que, debido a esto, los bebés necesiten estar en contacto físico casi constante con un cuidador de confianza y llorarán tan pronto como se separen de él. Algunos niños más grandes necesitarán permanecer físicamente cerca de un adulto que conocen y pueden estar más “pegajosos” que antes. En estos casos, podemos darles tranquilidad física con abrazos y caricias.

A veces, puede servir utilizar algún objeto como “objeto transicional” (una manta o un pañuelo que tenga un olor familiar). Cuando tengamos que dejarlo en algún lugar, podemos dejar una foto o algo nuestro para que este “cuide” hasta que volvamos. Le ayudará mucho que le expliquemos adónde va a ir, cuándo regresará, a qué hora, y quién lo buscará.

• Regresiones, comportarse como un niño más pequeño:

La necesidad de ser mimados y de comportarse como si fueran más pequeños es un intento de regresar a un momento cuando se sentían más seguros y protegidos. Puede ocurrir, por ejemplo, que el niño se muestre más dependiente, perdiendo su autonomía ya lograda (queriendo usar nuevamente el chupete, presentando enuresis fundamentalmente a la noche, no queriendo comer solo, pidiendo upa o que se le dé la comida en la boca, etc.) Tratemos de ser tolerantes y no enojarnos con este comportamiento. No esperemos que, después de todo lo que ha pasado, actúe como un adulto. Tratemos y consolémoslo como lo haríamos con un niño más pequeño, ya que esto puede ser lo que necesite. Brindándole espacio y respetando sus tiempos, conteniéndolo y ayudándolo, se sentirá protegido y crecerá en independencia.

• Alteración del sueño

Es común cuando un niño pequeño está en duelo, que sea particularmente difícil el momento de dormir. Puede ser que llore más de lo habitual a la hora de acostarse o que se despierte en la mitad de la noche necesitando ser consolado. Es posible también que no quiera quedarse solo o que sienta ansiedad por la oscuridad. Pueden querer dormir junto a su cuidador para estar cerca de él. Suelen ser comunes los sueños feos, las pesadillas o simplemente el miedo a permanecer solos.

Tratemos de mantener las rutinas habituales a la hora de acostar al niño, pero sepamos que este puede necesitar que alguien se quede con él hasta que se duerma. La necesidad de esta tranquilidad adicional a la hora de acostarse podrá reducirse una vez que el niño se vuelva menos ansioso y recupere su confianza. A veces, usar un “objeto transicional”, un atrapasueños o algo similar puede ayudar a los niños a controlar los miedos nocturnos.

• Elaboran sus propias teorías sobre lo sucedido:

Cuando no se le esclarece las dudas, no se comunica, o simplemente se calla, los niños tienden a elaborar lo sucedido de la forma que pueden. Pueden incluso inventar sus propias teorías para responder a sus inquietudes debido a que el pensamiento de los más chiquitos suele ser mágico, concreto y literal. Este hecho suele generarle más angustia y confusión, ya que sus teorías están teñidas por sus temores, sus propias fantasías e interpretaciones. Pueden ser teorías terroríficas y muy distintas a la realidad.

CÓMO ACOMPAÑARLOS

Una de las tareas más difíciles, una vez transmitida la información (tantas veces como sea necesario), será ayudar al niño a que pueda registrar lo que siente y hablar de ello. Para lograr que pueda poner en palabras sus emociones y compartir aquello que piensa, es necesario mostrarnos cercanos, receptivos y accesibles a poder conversar. Como dijimos anteriormente, siempre respetando los tiempos de cada uno y mostrándonos respetuosos de su mundo personal.

Algunas claves para ayudar a los niños:

• Reconozcamos lo que ha sucedido:
Procuremos poner en palabras lo sucedido y dar una explicación adecuada a la edad del niño y a su capacidad. No tengamos miedo de hablar y llamar a las cosas por su nombre. Por más pequeño que sea, el niño podrá ir captando poco a poco lo que los adultos le estemos diciendo.

• No asumamos que el niño entiende todo:
Preparémonos para repetir explicaciones y comunicar lo ocurrido tantas veces como haga falta. El niño preguntará sobre ello una y otra vez. No lo vivamos como una frustración de tener que explicar de nuevo, sino como una oportunidad para conversar y ayudar al niño en lo que necesite. Además, lo que entendió un niño cuando tenía dos años será diferente de lo que surja cuando tenga tres años, o mientras vaya creciendo y madurando. El significado y el impacto de lo que sucedió cambiará y se profundizará. Las preguntas formuladas anteriormente pueden volver a formularse, en respuesta a su necesidad de explicaciones más detalladas.

• Alentémoslos y ayudémoslos a expresar sus sentimientos
Los niños muy pequeños elaboran lo que ha sucedido a través del uso del juego. Pueden jugar a ser los doctores, a estar en el hospital, o incluso a estar muertos. Con nuestra ayuda, pueden usar muñecos, figuras o títeres para recrear escenas. No tengamos miedo a seguirle el juego a los niños.

Tratemos de facilitar vías de escape, es decir, distintos recursos de expresión y de elaboración, como pueden ser los dibujos y el arte, libros, juegos, observar el ciclo de la naturaleza y actividades como los que encontrará aquí.

Estas actividades tendrán como fin poder abrir el canal de conversación o de recreación para que el niño pueda elaborar aquello que siente y le acontece de la mejor manera. Si surgen preguntas difíciles, no cambiemos la conversación, sino utilicémoslas como una forma de abrir un puente de conversación, para saber cómo están y responder dudas.

• Intentemos responder preguntas honestamente
Utilicemos un lenguaje claro, simple y apropiado para la edad. Procuremos que las personas que rodean al niño sepan qué es lo que se le ha informado, así no hay confusiones a la hora de hablar sobre el tema.

• Seamos conscientes de que los adultos seremos vistos como modelos a seguir:
Seremos nosotros mismos quienes debemos dar el ejemplo, expresando nuestros sentimientos, hablando de la persona que falleció, llorando si es necesario (esto es natural al ser humano, estar triste es inevitable y no es malo), e incluso mostrándoles a los niños que alivia mucho estar acompañados. De esta manera les mostraremos las herramientas necesarias para que ellos puedan ir encontrando sus propias formas de expresión.

• Brindemos afecto y tranquilidad:
Cuando alguien cercano muere, el mundo puede convertirse en un lugar muy aterrador para un niño pequeño, y pueden comenzar a preguntarse quién más los dejará. Es necesario que en este período reciba mucho afecto de quienes lo rodean, fundamentalmente de las personas más cercanas. El niño deberá sentirse seguro, protegido y acompañado la mayor cantidad de tiempo posible. Que pueda sentir que, si bien su mundo ha cambiado, éste va a continuar siendo estable, sus necesidades serán atendidas y estará acompañado.

• Ayudemos a que el niño y su familia puedan retomar su rutina habitual:
Los cambios excesivos pueden generar ansiedades a los niños, lo que los perjudicará en este período difícil. Estos necesitarán saber que su mundo no se desmoronará aún más, sino que tiene continuidad y les brinda seguridad. Por eso, es bueno que sigan con sus costumbres, con sus amigos y sus actividades. Es importante que el niño vuelva a su casa si estuvo fuera de ella, que se acostumbre a estar en su casa con su familia, y que retome su rutina y cotidianeidad. Es más fácil lograr estabilidad sin cambios excesivos de rutina, si mantiene sus horarios, actividades, costumbres en casa, orden de los espacios, etc.

• Paciencia y amor:
Sabemos que en el proceso de duelo puede haber distintas alteraciones en la conducta de los niños debido a los cambios en el estado de ánimo. Estas pueden ser muy difíciles de manejar por el adulto. Es necesario tener mucha paciencia e intentar no responder con enojo. Será más fácil sostener al niño en su dolor, si sabemos que esas reacciones son la forma que encuentra para manifestar su angustia. Esto no quiere decir que se pasen por alto aquellos comportamientos disruptivos, o que no se le continúe poniendo límites. Pero sí retomarlos en algún momento y traducirlos en lo que verdaderamente le pasa. Así el niño se sentirá entendido, sostenido y ayudado (ya que por ejemplo pegar, patalear o gritar lo va a hacer sentir aún peor).

BIBLIOGRAFÍA

• Child Bereavement UK: www.childbereavementuk.org
• Explícame que ha pasado. Guía para ayudar a los adultos a hablar de la muerte y el duelo con los niños. Fundación Mario Losantos del Campo
https://www.fundacionmlc.org/noticia/descarga-aqui-guia-duelo/